Jorge Soto: el joven científico que ayudó a frenar la pandemia

La imagen e impronta de Jorge Soto dista bastante del estereotipo que se tiene de los científicos de manual. Su profesión no ha alterado su esencia y a través de ella, se ha logrado posicionar como uno de los grandes nuevos liderazgos en la ciencia nacional.

Este año fue destacado entre los 100 jóvenes líderes de la Revista Sábado, por su activa participación en el combate al coronavirus: fue parte del equipo que desarrolló la vacuna nacional contra el SARS-CoV 2, en un proceso liderado por el destacado inmunólogo celular y microbiólogo, Alexis Kalergis, en la Universidad Católica.

Además, junto al equipo del doctor Kalergis, también fue parte del grupo de científicos encomendados a evaluar la eficacia de la vacuna CoronaVac (Sinovac, China) que permitió su rápida aprobación y posterior uso de emergencia en la población pediátrica y adulta de Chile.

La prematura carrera del joven doctor en Ciencias Biológicas le significaron una natural llegada a la docencia. Hoy ejerce como profesor asistente del Departamento de Ciencias Biológicas, de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad Andrés Bello y del Laboratorio de Inmunología Traslacional de la misma casa de estudios. Además, este año se adjudicó un proyecto Fondecyt de ANID, un trabajo que busca generar conocimiento para el desarrollo de terapias contra agentes infecciosos virales, que cada vez cobran mayor relevancia en la sociedad.

Construyendo un científico

Antes de salir del colegio, en la enseñanza media, Jorge Soto tenía interés por las ciencias y pensaba en estudiar Química y Farmacia, pero no fue hasta cuarto medio dónde escuchó por primera vez a un profesor hablar sobre biotecnología y cómo, a través de ella, se podría solucionar problemáticas asociadas al diagnóstico, control y tratamiento de enfermedades en organismos vivos como plantas, animales o incluso seres humanos.

Sin mucha más retroalimentación decidió entrar a estudiarla. Jorge comenzó a destacar entre sus pares, principalmente en los cursos de biomedicina. Fue en uno de esos ramos donde conoció al profesor Abel Vásquez, quien trabajaba en el Instituto de Salud Pública (ISP).

Con él consolidó una alianza, hizo su tesis de pregrado bajo su guía y también sus dos prácticas profesionales en el ISP, donde comenzó a trabajar purificando proteínas del virus de la rabia y trabajando en un prototipo de vacuna contra la bacteria llamada Streptococcus agalactiae, que generalmente se presenta de manera inocua, pero que es sumamente peligrosa en los embarazos.

“Lo que generalmente se hace es una prueba durante las últimas semanas del embarazo, sin embargo, en muchos casos la prueba arroja resultados falsos positivos o falsos negativos. En ese entonces estuve trabajando en el desarrollo de una vacuna contra esa bacteria y luego trabajamos en un kit de diagnóstico, parecido a una prueba de embarazo con la idea de poder detectar la bacteria en una muestra de hisopado vaginal”, explica Soto.

El año 2013 y ya titulado, el profesor Abel Vasquez sugirió a su alumno postular a un doctorado en Ciencias Biológicas. En 2014, Soto comenzó su doctorado en la Universidad Católica en paralelo a su trabajo en el ISP.

En sus estudios de postgrado Soto siguió interesándose por el desarrollo de vacunas, esta vez enfocadas en el virus sincicial y el metapneumovirus que por esos años no tenían una vacuna aprobada por la FDA. Un problema bastante similar al que el 2019 se gatillaría con la pandemia del coronavirus.

Al servicio de subsanar la pandemia

El año 2019 Jorge Soto comenzó su postdoctorado en la Universidad Católica, continuando los estudios en virus respiratorios que comenzó en el doctorado junto a los Doctores Alexis Kalergis y Susan Bueno. Fue en ese contexto cuando la noticia de un -por ese entonces- desconocido y letal virus se comenzaba a expandir por el mundo.

“Recuerdo que en ese momento el doctor Kalergis nos dijo que algo grande iba a pasar, terminamos haciendo un Zoom dentro de las vacaciones para ver el tema y fue como ya tenemos que diseñar unas vacunas porque tarde o temprano vamos a necesitar una”, recuerda Soto sobre los meses previos a la llegada del coronavirus a Chile.

¿Me imagino que en ese entonces tus prioridades cambiaron rápidamente?

Claro, yo tenía mi postdoc, pero esa ya no era prioridad, porque la prioridad nacional era el SARS-CoV-2, y comenzamos con otro colega, Angelo Retamal que hoy día está como profesor de la Universidad de Antofagasta. Fuimos los dos que empezamos a trabajar en el proyecto de las vacunas de Covid en Chile. Esto en el fondo liderado por Alexis Kalergis, Susan Bueno y Pablo González.

¿Fue importante tu experiencia en el desarrollo de otras vacunas de virus respiratorios?

La idea era poder utilizar diferentes plataformas para poder generar estas vacunas y ver otras opciones iguales que fueran alternativas. Entonces lo que hicimos fue diseñar cerca de 16 prototipos distintos de vacunas, y algunos por supuesto iban saliendo mucho más rápido que otros o eran mucho más eficientes que otros, eso en base a las proteínas que estábamos eligiendo.

¿Cómo resultó eso?

Trajo como resultado finalmente que pudimos generar estas vacunas. De hecho, publicamos en 2021 en una revista que se llama Viruses, la respuesta a la caracterización que hicimos con estas vacunas chilenas, pero era cuando ya estaba mucho más controlada la pandemia, porque ya había salido Pfizer, Sinovac, AstraZeneca, entre otras.

Pero en ese momento siempre se habló que en circunstancias normales las vacunas demoraban años, incluso décadas. Me parece que igual fue un logro importante considerando lo grande de los laboratorios que mencionas ¿No?

Generalmente son hasta cerca de 10 años y también tiene mucho que ver no solamente con el tiempo del estudio, sino que también con la cantidad de fondos que se necesita inyectar para poder realizar un estudio clínico.

Es que uno tiene la idea de que los laboratorios americanos, europeos o chinos están a años luz, pero ustedes tampoco se demoraron tanto más.

Nosotros en diseñar la vacuna, no nos demoramos. Sin embargo, claro, alcanzamos a hacer las pruebas animales, pero nosotros nos fuimos dando cuenta que teníamos limitaciones con respecto a otros países, por ejemplo, para poder realizar ensayos de infección in vivo.

¿Cómo lo hicieron entonces?

No pudimos infectar, solamente evaluar si la vacuna era capaz de inducir células y anticuerpos contra antígenos del virus.

¿Y cuánto costaría tener uno de esos gabinetes?

Son varios millones de dólares y además necesitas capacitación. En Chile no hay ninguno de estos laboratorios y en Latinoamérica se encuentran algunos ubicados en países como Argentina, Brasil, México y Panamá. Estudiar in vitro no es lo mismo, entonces finalmente en eso logramos avanzar con las vacunas, desarrollar la plataforma y luego de eso llegó la ola de las vacunas de las grandes farmacéuticas.

¿Qué pasó con la vacuna chilena finalmente?

La vacuna… Bueno, publicamos los artículos correspondientes y finalmente la vacuna sigue siendo estudiada en la PUC. Pero poder pasar eso a un estudio clínico son muchos millones de dólares. Sin embargo, hoy esto cobra poca relevancia dado que la pandemia y la alerta sanitaria se encuentran controladas.

Pero más allá de eso, me imagino que hay una importancia en el trabajo que desarrollaron ¿no?

Claro, yo creo que la importancia es que para nosotros fue un aprendizaje y una lección entender y tener la confianza de que Chile tiene capital humano para poder asumir una contingencia. En este sentido, uno de los principales desafíos fue lograr confeccionar las vacunas en un limitado tiempo de tres meses. Por esto mismo, enfatizo que en Chile tenemos las capacidades para poder desarrollar tecnologías y enfrentarnos a futuras pandemias o contingencias sanitarias.

Formando a nuevos científicos

Luego de sus trabajos en la Universidad Católica, el año 2021 Jorge Soto postuló a un fondo de ANID de Inserción a la Academia, recibiendo el apoyo de la Universidad Andrés Bello en su postulación, la que finalmente fue adjudicada”. Desde entonces es profesor asistente del Departamento de Ciencias Biológicas y el Laboratorio de Inmunología Traslacional de la Unab.

Junto con ello, este año se adjudicó un proyecto Fondecyt Regular (nº1231866) de ANID titulado “Characterization of the phenotypic changes induced by human metapneumovirus infection on innate cell types and their effect on the activation of T lymphocytes”, que busca generar conocimiento para el desarrollo de terapias contra agentes infecciosos como el metapneumovirus humano.

Me llama la atención que a veces la sociedad o la academia dice que hacer cosas importantes está hecho casi solo para personas de las universidades tradicionales. Tú al venir de una institución privada ¿has analizado desde tu experiencia el hecho de poder haber trabajado en proyectos tan grandes como los que conversamos?

La verdad es que hartas veces he pensado el tema, un poco por este mismo prejuicio que de repente te dicen que si vienes de una privada a lo mejor no vas a poder competir con alguien de la Chile o de la Católica, y quizás cuando entré al doctorado sentí esa diferencia, pero ahora siento que finalmente todas las personas tenemos que entender qué es lo que queremos realmente. Yo creo que soy un súper afortunado en general y puede ser una mezcla entre suerte, esfuerzo y perseverancia. Pero siempre he querido estar ahí cerca de las cosas que pasan. Por el mismo enfoque de mi carrera.

¿En qué sentido?

La parte que a mí siempre me ha gustado es el desarrollo de vacunas, entonces finalmente claro, la biotecnología como te decía tiene muchas áreas, pero a mí lo que me gusta es tratar de buscar terapias o métodos profilácticos para distintos tipos de enfermedades. Entonces, creo que llegar a un lugar por ejemplo como el ISP, desde ahí haber saltado a la Universidad Católica, creo que es algo que estaba en mí desde hace rato. Siempre he tenido ese pensamiento de que uno tiene que seguir surgiendo y perfeccionándose y hoy día siento que lo que yo debo hacer es contribuir también a que nuevas personas puedan hacer eso mismo.

Ahora cómo profesor cómo evalúas el futuro

Siento que aún soy joven, voy a cumplir recién 35 años, entonces todavía tengo mucho que aprender. Sin embargo, con lo que he vivido y lo que he logrado explorar dentro de las situaciones como la pandemia, creo que mi deber es poder transmitir un poco esta experiencia y ayudar a que generaciones que son mucho más jóvenes puedan tener mejores herramientas, para que entiendan que Chile tiene un capital humano súper potente para poder hacer buena investigación.

Fuente: La Tercera

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